Después de todo, cada cosa llega a su final.
Cuando crees que finalmente puedes pasar la página es donde más duele el golpe, como una cachetada directa al alma que te toma desprevenido y te desarma.
Es lo peor del asunto: las despedidas. Cuando aceptas que el plazo se venció y es hora de dar el brazo a torcer, y por mucho daño que te haya causado antes, nada duele más que una despedida.
Es el knock-out, el golpe fatal, y más si eres tú al que le dicen "adiós".
Te hace sentir vacío, te quita el habla, te deja sin apetito y lo único que quieres es permanecer acostado en tu cama esperando a que cuando abras los ojos todo esté en su lugar, pero nunca lo está.
Es enfermizo.
Y todo concluye en dos palabras: sentir morir.
martes, 18 de junio de 2013
Sentir morir.
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