sábado, 10 de agosto de 2013

Días de lluvia.

Estoy dentro del automóvil, afuera llueve a mares. El carro no se mueve. La calle parece un río sin dirección. El piso del automóvil está encharcado. El agua ha entrado empapándonos los pies. Mi papá ha salido a empujarlo por detrás. El nivel del agua crece cada vez más y la calle se ha convertido en un pozo sin salida. No se cómo vamos a salir de esta situación.
Pero me desconecto, y empiezo a despejar mi mente.

Escucho la radio sonar y mis pensamientos van de canción en canción. Me permito recordarte.
Entre rayos y truenos, entre gotas de lluvia y frío, entre canciones viejas y soledad. Te recuerdo, te extraño, te quiero, aún sabiendo que a ti te daría igual. Las memorias invaden mi mente. Nuestras memorias, nuestros momentos. Te necesito. Hay tantas cosas que me encantaría decirte, pero no. No puedo. Tengo que olvidarme de ti para no seguir haciéndome daño. Y lo haré. Antes de que empiecen las clases y tenga que verte de nuevo. No vale la pena sentir algo por alguien si sabes que no pueden estar juntos.

Algo me trae de nuevo a la realidad.

Dios mío, los frenos no sirven. Vamos a chocar. Todo pasa en cámara lenta. Las ruedas empiezan a rechinar. El automóvil que tenemos delante está cada vez más cerca. Y ahí viene; el impacto... Chocamos sin poder evitarlo. No pasa nada. Nos bajamos del carro. Verificamos que ninguno de los dos automóviles tiene daños graves. Sólo queda recuperarnos del susto. Que miedo. Quiero cerrar los ojos y estar en mi casa...
Me pregunto donde estarás tú, si estarás pasando por lo mismo. Y empiezo a temblar. Mis nervios están por explotar. Ya no sé que pensar. Ha sido un día horroroso y quiero que termine ya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué opinas?