Y no importa ya. Si he de hundirme y salir a flote miles de veces. Y si he de ir en busca de aquél que me salve de mi misma, que me grite ¡detente! antes de caer al abismo.
-Dame tu mano, no permitiré que resbales en el charco que han dejado tus lágrimas. Ahora deja que incline mi cabeza en tu hombro para sentirme segura una vez más.
Dos espíritus que buscan su camino, ciegos entre las sombras, que chocan uno contra el otro en ese punto de encuentro. Dos pares de ojos cansados, piernas que flaquean, y voluntades que se extinguen. Y allí está y lo veo y me pregunto: ¿dónde habías estado? Ya estoy rota, y lo roto corta. Pero él no se mueve y me examina con la mirada como diciendo: ¿no ves que yo también lo estoy? Mira mis manos rasgadas por el filo de otras cuchillas, mis dedos marcados por las cuerdas de una guitarra y mi voz ronca de tanto haber gritado sin nadie que me escuche.
Y seré su apoyo para cuando no pueda seguir, seré su luz cuando la luna no encuentre su lugar en el cielo, él me salvará de mi sufrimiento y yo lo liberaré del odio que ha llevado dentro desde hace tanto tiempo. Estamos aquí y nos hemos encontrado. Muertos como flores en otoño pero rebuscando la manera de volver a respirar.
Buenísimo. Tu escritura es sumamente matizante!
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