lunes, 1 de abril de 2024

Sobre el ser que no soy

PRÓLOGO

Esta no es una historia sobre mi. Esta es una historia sobre todo aquello que no soy (o al menos que ya no soy más). Sobre todo lo que ya no me pertenece.
Así pues, he decidido contar esta historia desde la ausencia, desde el adiós y la nada en la que ahora habito; desde la cuchilla fría de la soledad que ahora juega a diseccionar mis pérdidas y mis baúles sin fondo llenos del más rencoroso vacío.
Entonces, como esto no es sobre mi, he venido a hablarles de ella. 
Ella que no tiene un nombre, sino muchos. Ella que es atemporal pero cuya existencia es solo posible a través del tiempo. Pero vayamos desde el principio: 

A ella le gustaban los nuggets de MacDonalds, no puede recordar ningún momento en el que no haya sido así. Pero no le gustaban las hamburguesas de carne porque en el colegio le dijeron que las preparaban con gusanos. 
Por otro lado, a ella nunca le han gustado las bebidas con gas. ¿La CocaCola? Insoportable. No podía entender como la gente se la toma como si fuese agua. 
Por alguna razón, al enfrentarse a la ventanilla del AutoMac, su papá siempre recordaba pedirle nuggets, pero aquí vamos otra vez:
- ¿Qué quieres tomar? ¿Chinotto, CocaCola, Pepsi?
- No papá, Nestea o Agua, recuerda que no me gusta el gas.
Y así era su papá, podía recordar el nombre de todas las amigas que ella había tenido a través de los años, pero a veces se olvidaba de pequeños detalles como que no le gustaba la CocaCola o algunos no tan pequeños como su fecha de nacimiento. Es irónico porque el tipo tenía esa fecha como pregunta de seguridad del banco, y cada vez que se la preguntaban él iba y:
- ¿Qué día fue que naciste tú?
- El 14 de abril del 99, papá.
- ¿No fue el 98?
- No, papá, del 99.
Y así, por siempre saber las respuestas de seguridad del banco, él la bautizaría: MariNet. La que todo lo sabe, la que siempre resuelve.
No sabía él entonces que lo que parecía ser un cumplido, era mas bien una sentencia de muerte.

A su mamá le gustaba grabarlo todo. Grababa a sus hijos comiendo, llorando, riendo, discutiendo, cantando, bailando o durmiendo. Grababa a su esposo que le gustaba bajarse los pantalones y mostrar las nalgas ante la cámara. Grababa todos los viajes: cuando aterrizaba el avión, cuando llegaban al hotel, cuando se metían en la piscina, cuando desayunaban en el buffet. 
Y ella, por suerte, amaba las cámaras. Así que cuando su mamá grababa, ella entraba en personaje. O mejor dicho, podía entrar en personaje incluso sin saber que la grababan. 
Y así podía estar un día, gateando por las escaleras, cantando melodías inventadas, cuando su mamá quien la perseguía con cámara en mano le preguntaría ¿Y tú cómo te llamas? y ella respondería sin lugar a dudas: Mariana Popovish. Menos de un año tendría, sin saber si quiera caminar bien, pero estaba segura de que su nombre era Mariana Popovish, y que nadie se atreviera a decirle lo contrario. Su mamá y su cámara la llamarían así por el resto de su vida. O al menos cuando la primera estaba de buen humor. De resto, algunos otros nombres favoritos eran: ridícula, dramática, exagerada, bruta y otros más dependiendo del día.

Su hermano nació con dificultades en el lenguaje, y al no poder pronunciar el nombre completo la llamaba Nana. Cuando la niñera la regañaba, se convertía en Mariana Jesús. Con sus amigos cercanos se transformaría en Mari, pero con la familia materna mutaría a Marianita. La familia paterna, por otro lado, la conocería como Mancoreta. Con uno de sus novios sería Babu, mientras que con otro sería solo Mi amor. Los bullies la llamarían Yepesa, debido a su contextura corporal. Y aunque a efectos de la ley era Mariana Isabel, casi nadie realmente sabría su segundo nombre. Así, cada nombre, o cada máscara, iba dictando su lugar en el mundo, iba generando una escisión que luego sería casi imposible unificar. Ya no era sino un conjunto de pedazos dispersos entre las manos de otros: amada por compartimentos, nunca en completitud. 

Querido lector, ya ves que esta no es una historia sobre mi. Pues la verdad (si es que hay alguna) es que he dejado tanto de mi en todas partes, en tanta gente ahora distante, que ya de mi no tengo.
Entonces, esta es la historia de MariNet, de Popovish, de Nana, de Mariana Jesús, de Mari, de Marianita, de Mancoreta, de Babu, de Mi amor, de Yepesa, de ridícula, dramática, exagerada, bruta, fea, gorda, despeinada... Y quizá, muy al final, si encontrase la manera de recoger y pegar tantos retazos de existencia, podría ultimadamente ser la historia de Mariana. 

CAPÍTULO I

Tengo la costumbre de reírme de los momentos más traumáticos de mi vida, como si fuesen parte de un stand-up comedy muy cruel. A veces los demás no se ríen conmigo. En esos casos, la seriedad es un balde de agua fría que me recuerda que esas cosas realmente sucedieron, me sucedieron, y el ardor de las heridas más profundas vuelve con la fuerza de una ola de esas que te revuelcan hasta impedirte respirar. 
Entonces, lector, te voy a contar esta historia esperando que te haga reír. No me tengas lástima porque no me consuela en absoluto. Sígueme la corriente y finjamos que esto es una ficción más








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