
Es una agonía cuando entiendes que ni siquiera tú puedes frenar ese sufrimiento, que no ésta a tu alcance.
Y esas ganas enormes de extenderle los brazos y susurrarle al oído que todo irá bien, de secarle las lágrimas y hacerlo sonreír, vencen tu orgullo y te dejan de rodillas.
No puedes hacer mas que esperar a que él mismo se dé cuenta de que la verdad ha estado frente a sus ojos todo éste tiempo, y tendrás que asumir entonces, que ya no hay marcha atrás.
Por ahora, solo quedan dos opciones: ser feliz, aunque él sufra o sufrir, sin que él lo note.
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