Real life. Real love.

Hadas que te hagan volar. Una alfombra mágica que te muestre el mundo en una noche. Una zapatilla. Una torre. Un bosque encantado. Un dragón. Un ogro. Y hasta una manzana es parte indispensable de esos cuentos de fantasía. Pero ellos irrevocablemente no serían nada sin el personaje principal de la trama: El príncipe.

Sea azul, rosado o verde; los cuentos de hadas no cobran vida sin un príncipe. 

Hombres ficticios que te hacen sentir perfecta, que te hacen soñar, que son fuertes e invencibles.. Bla, bla, bla.

Solo son una mentira.

No existen hombres así; no existen Aladinos ni Sherks. No existen los Edward Cullen ni los Sam Roth. No existen los caballeros ni los guerreros de armadura. No existen hombres perfectos, porque el mundo no es perfecto. Simple.

Pero aunque te esfuerces por creerlo, te enoja que toda la vida te hayan hecho perder tu tiempo esperando a que alguno de ellos llegará por ti y te rescatara de la torre. Y nunca fue así.

Y es que no se trata de encontrar al hombre perfecto. Se trata de que el hombre imperfecto te encuentre a ti. Y te amé como ningún príncipe ficticio lo haría.