(Cómo te pienso)
Se contornea frente a mi el panorama
que las egoístas nubes grises,
celosas de la inmensidad del cielo
y del brillo cegador del sol,
han creado para robar la atención
de quiénes —como yo—
se apoyan en el alfeizar de una ventana
llenos de resignación.
"Vuelve a la cama"
pronunciarías casi en un rezo
mientras tus manos me dominan por las caderas
y tu boca, ligera, se posa en mi cuello.
Una plegaria sale de mi boca:
quédate
(Cómo te siento)
A tu lado sobre el colchón
escucho tu respiración ralentizarse
y cierro los ojos
siguiendo el camino que trazan tus besos sobre mis hombros
húmeda como las mañanas de Bogotá,
aferrada a las esquinas
(a las tuyas)
de las que ya no puedo sostenerme.
Empiezo a odiar los arrogantes kilómetros que nos separan
haciendo desaparecer las huellas de tus labios,
sanando las quemaduras que me ha dejado tu roce
y apagando la memoria de tu risa...

(y aún cuando me resbalo, cómo te quiero)
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