en cambio, créele a mis manos
cuando en tu espalda van dejando cabos sueltos de cada uno de nuestros crímenes,
y a mis labios,
que juntos le obsequian plegarias a los tuyos
y abiertos se ofrendan enteros a ti.
Créele a mi lengua,
que no hacía más que hibernar antes de tu llegada
y a mi voz,
que con cada caricia se quiebra y es incapaz de emitir más que sonidos toscos,
reflejando (desvergonzada) cuán primitiva me ha vuelto tu aroma.
Créele a mis piernas,
cerradas, abiertas o expectantes,
temblando de cualquier modo con tan sólo sentirte cerca
y a mis ojos,
que ruegan por contemplarte,
despierto y dormido, con ropa o sin ella,
por indagar más allá de lo visible en el exterior,
en tu alma,
tal como tú me has hallado a mi.
Pero no le creas a estas letras
porque todo lo escrito puede borrarse y todo lo dicho, perderse.
Sin embargo,
mis manos y mis labios,
mi lengua y mi voz,
mis piernas y mis ojos,
así como el resto de mí,
aunque se gaste,
se seque
y se marchite,
siempre (que estés) te pertenecerá a ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Qué opinas?