miércoles, 6 de septiembre de 2023

Por favor, DNR

 No quiero revivir lo que pasó. 

Hace meses le compré un pasaje a mi abuela para que viniera a ver como vivía y como me sentía acá. Para que compartiera conmigo la emoción que yo sabía que sentiría por su sangre andina. 
Y luego JM le compró el pasaje a mi mamá y luego mi mamá a mi hermano.
Yo me dije a mi misma que estaba preparada.
Y no.

No quiero revivir lo que pasó.

Pero entonces ya estaba en un hospital y nadie lograba atenderme apropiadamente. Pero entonces Jorge llegó y ya no sé que hacer con esos sentimientos. Ya no sé que hacer con nada. Y ya no quiero pensar en nada.
Volví a estar sola, volví a estar en mi lugar de paz. Pero mi cerebro no está en paz, mi cerebro se siente triste porque mi abuela no tuvo el viaje perfecto que yo quería que tuviera y está triste porque los momentos juntas se vieron empañadas por las apariciones del demonio.
Quisiera leer muy atrás en este blog sobre las primeras apariciones del demonio y venir luego hacia adelante y decir: Dios mío, ya muérete, ya acábate, ya es mucho tiempo. El demonio sobrevivió a mi papá, y se adueñó de mi hermano, se apoderó de él y me cuesta creer que mi familia no está maldita.

Quiero aislarme de todo y de todos. Pero también necesito a mis amigas: A Gaby, a Cami, a Valen, a Fenchu y el club de lectura, a Marian. Y al mismo tiempo siento que lo que sea que pueda darles en este momento es insuficiente.
Me siento triste, vacía, con la pregunta en la lengua de: ¿y ahora qué?

¿Y ahora qué? Tres años después me volví a intoxicar con pastillas. Tres años después fantaseé con la idea de morir que creía que se había ido. 

Es la herida del abandono, esa herida maldita que tiene sal encima y me arde y me arde y me arde y me arde. 
Una herida que reabre mi hermano con su presencia porque es un recordatorio del papá que me dejó. Una herida que reabrí estúpidamente con Jorge porque permití que tuviese un lugar importante para mi. La misma herida de Paul, de David, de Daniel, de Mauricio, de Gabriel, de Arturo. Pero me da rabia y todo que la herida no sea solo la herida de la amistad, sino de una ridiculez de esperanza romántica a la que me abrí sin querer pero sabiendo. 

Por eso estoy cerrada. O estaba. Porque ahora estoy abierta y mis sentimientos están así mostrándose como tentáculos fuera de mi y no logro volverlos a poner dentro. Y no logro contener mi frustración, y mis ganas de llorar, y mi impotencia y el dolor tan pero tan pero tan profundo que me genera cualquier circunstancia relacionada con la pérdida, ya sea en el trabajo o en el corazón. 

Me duele tanto tanto todo que me cuesta volver a ser la yo que era antes de que vinieran, la yo que estaba en paz con su momento presente y que trabajaba en terapia su tema alimenticio o su dismorfia corporal. 

Esta Mariana, la Mariana melancólica, me la conozco tanto que al decirle hola me guiña el ojo y sigue llorando. 
Cuando me diagnosticaron que mi tipo de depresión era melancólica todo hizo sentido: lo visible que era para mi el dolor, lo gráfico que era el abandono y el vacío. Lo visible porque puedo ver mis emociones como mis entrañas saliendo de mi, lo gráfico porque puedo verme escurriéndome en un hoyo en espiral sin fondo, lo vívido porque puedo sentir cada pulsación de mi pecho, cada retorcijón de mi estómago, cada corrientazo es mis brazos, cada grito ahogado atrapado en mi garganta. Hasta que soy solo eso, dolor atrapado en dolor. Una capa tras otra de sufrimiento y pérdida. Como una mandarina que nunca se termina de pelar y de la que nunca sale jugo. 

Melancolía, le dicen, a la desesperación sin asidero, a ahogarse y ahogarse y ahogarse y no luchar por mantenerse a flote, solo estar ahí, sintiendo el sufrimiento, viéndolo, llorándolo, como si no fuese mío, como si le perteneciera a otro, pero que igual me doliera a mi.

Y por eso los 6mg de clonazepam me gritaban que acabara con eso, que ya, ya, ya, no más!!!! un salvavidas, un grito, algo. Pero nada detenía la caída y la muerte.

Porque morir no es tomarme pastillas y fallecer corpóreamente. Morir es lo que pasa cuando hay melancolía, es agonía, es morirse y morirse y morirse una y otra vez y no terminarse de morir. Y yo solo quería dejar de morir, así implicara matarme en serio. Una orden de Do Not Resuscitate.

Y luego Joty y luego ver a Jorge y darme cuenta de que lo que frenó mi desesperación fue verlo y entonces darme cuenta de que estoy en la mierda mas de las mierdas, porque un egoísta, poco empático, manipulador y ligeramente violento ser humano fue capaz de abrazarme y poner en pausa todo el dolor y la agonía. ¿Y ahora qué?

¿Alejarme por completo, desaparecer, irme de país? Siento que necesito desesperadamente irme a Cúcuta una semana a respirar o cualquier lugar que me haga pensar menos en Jorge y más en mi. Más en mi capacidad de enfrentar el vacío y la caída sin él. Y sobre todo, despedirme de la melancolía una vez más hasta que nos volvamos a encontrar.


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