Días calurosos. La piscina. Sentir como el sudor y el agua se mezclan. Veinticinco o cincuenta metros más. La adrenalina. El pitido del entrenador que está por dar nuevas instrucciones. Risas. Dedicacación y compromiso. Sentir que te falta el aire. Los latidos cada vez más acelerados. Las articulaciones empiezan a doler. Pero vale más esa paz que encuentras sumergido bajo el agua. No escuchas nada y tu mente está llena de calma. Tanta, plenitud y silencio como cualquier otra cosa que acabaría luego.
Días fríos. Las gotas de lluvia resbalando por la ventana. Semanas tormentosas. La esperanza de un día que no llega. Encontrar a alguien que te escucha y te entiende. Las cosas en común; la amistad. No se ven, pero sabes que allí estará cuando necesites un apoyo o un hombro en el cual llorar. Tiempo juntos. Cosas que aparecen, que te enseñan, que te cambian. No estás sola por que su presencia te da esperanza. Comentarios sobre alguna película nueva o algún grupo musical. Confidencias bajo miles de juramentos. Acordes de guitarras y canciones sin terminar. Un video pausado a la mitad. Reuniones aplazadas. Distancia. Y luego, ya nada es lo mismo.
Otro comienzo. Un desconocido al que no le quieres dar la cara, aunque fuese inevitable. Lo ignoras sin dar a conocer lo mucho que te importa. Un dolor disfrazado de indiferencia. Piernas que empiezan a temblar de nuevo y miradas que vuelves a buscar con desesperación. Una amistad que se malinterpreta. Sonrisas sin fecha de vencimiento. Todos los días a la misma hora, un mensaje que termina en meses de conversación. Te conoce más de lo que tu lo has llegado a conocer. Y para después el cambio que llega como un golpe bajo. Exiges atención pero quedas de irritante y todo empieza a afectarte. Te haces más sensible y te enfrentas ya destruida con todo el asunto. Palabras que te hacen pensar. Los puntos de vista empiezan a cambiar, pero hay un daño que ya está hecho. Fuiste idiota. Y ahora la realidad te desarma, dejando el olvido como compañero y un montón de enseñanzas por asimilar.
Muchas personas, demasiados momentos; que recuerdas, que te queman por dentro, que no dejas de añorar. Que te hicieron la persona que eres ahora y que te seguirán haciendo cambiar. Vivimos de el dolor de las despedidas y de la fuerza que nos dan. Tantos que echo de menos, tantos que necesito a mi lado y ya no están aquí como antes. Personas que pasan por tu vida por momentos largos o pequeños instantes para dejarte algo de si mismos y luego marcharse. Momentos que no se repiten y al igual que todo han de acabarse en algún momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Qué opinas?