Después de todo éste tiempo hay cosas que siguen siendo mías. Que he guardado tan dentro de mi que resultan casi imperceptibles a los demás.
Mías. Las mangas de mi suéter, desgastadas, que han secado más de una lágrima, que han estado conmigo cubriéndome la cara esas noches en las que más nadie ha estado conmigo, esas veces que he tenido que vérmelas sola.
Mías. Esas canciones que sigo escuchando año tras año, sin importar cuantas veces las repita. Que no sería capaz de dedicar a nadie porque forman parte de mi y no se las otorgaría a ninguna otra persona. Que han servido de música de fondo en muchos de los momentos importantes de mi vida. Que me traen recuerdos y me hacen compañía.
Mías. Las páginas de esos libros que he pasado una y otra vez. Aquellas que he tenido que remendar con cinta pegante porque las he roto por un descuido o porque los libros ya estaban demasiado viejos. Esas esquinas dobladas que dejo para marcar la página.
Mías. Las varas de incienso que guardo en mi habitación que me han levantado el ánimo cuando ya no daba para más. El humo, la esencia, que se queda allí impregnando el ambiente por días enteros.
Míos. Mis insomnios llenos de recuerdos, de cosas por hacer, de ansiedad. Noches enteras sin dormir que siguen siendo completamente mías.
Mío. El vicio a la canela entera, a su aroma, a su sabor, a la sensación que produce en mi boca. A veces, mordiéndola para calmar los nervios y evitar hacer lo mismo con mis uñas o también encendiéndola y fumándola como a cualquier cigarrillo.
Mío. El tiempo perdido.
Tantas cosas que aún no me han arrebatado y que son lo único que me queda en estos momentos de soledad.
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