lunes, 17 de noviembre de 2014

Relato corto: "reckless"

Finalmente lo confrontó.

-tienes novia, gracias por decirlo.
-no pensé que fuese importante.
-para mí lo es.
-no hablemos de eso.
-¿de qué quieres hablar?
-¿qué tal tu día, bajita?

Él no quería tocar el tema, ella quería seguir viviendo en una fantasía. Ambos tuvieron lo que quisieron.

Hablaba con su amiga por skype, estaba recostada sobre la cama. Ya eran las seis de la tarde cuando recibió un mensaje.

-sal al parque, estoy aquí.

No podía creerlo. Simplemente no podía. Su amiga gritaba junto a ella desde el otro lado de la pantalla. Se vistió lo más rápido que pudo, tomó un libro y le dijo a sus padres que saldría a leer al parque un rato, que no llegaría tarde.
Al llegar, finalmente lo vió... Estaba de espaldas, buscándola a ella en el parque. Ella caminó unos pasos hacia su dirección y gritó: hey tú. Él dio la vuelta enseguida y se acercó sonriendo. Empezaron a caminar por los alrededores riendo de cosas sin importancia, luego se sentaron apoyados en una pared, uno junto al otro. Él tomaba sus manos esporádicamente, ella parecía enrojecerse tan fácilmente por aquella estupidez.

Pasaron las horas.
Su teléfono móvil había muerto, eran casi las nueve y sus padres se empezarían a preocupar.
Como por casualidad, su hermano apareció allí buscándola, fue una sorpresa para ambos encontrarse a un tercero en la situación. Él le dijo al hermano de ella que por favor no dijera nada, que en un momento se la devolvería.
Él la acompañó hasta la esquina de su calle. En el camino se miraban fugazmente, un tanto avergonzados.

-estás muy bonita hoy.
-gracias.
-sé que mueres porque te bese.
-no lo harías.
-¿es un reto? -el sonrío, se dio la vuelta, la tomó por los hombros y la recostó sobre la pared dejando solo unos pocos centímetros entre su boca y la suya.
-hazlo entonces.
Él sonrió, acercándose cada vez más. Ella sentía que se iba a caer, ya no reía y estaba muerta de nervios, pero la abordaba una nueva sensación que no había experimentado antes, sabía que ella le decía con la mirada lo mucho que quería que la besara. Cada parte que él tocaba se encendía, y dolía, pero era un dolor distinto. Un dolor cálido, que parecía recorrer sus venas, como si pudiese sentir por primera vez todo su cuerpo de golpe, funcionando en conjunto, su corriente sanguínea chocando contra las capas de su piel.
De pronto, él se alejó riendo...

-ay Isabel, me vas a matar.
Yo he estado muriendo desde que te conocí, simplemente he prolongado la agonía -pensó ella.

Habían llegado a su calle, se despidieron en silencio y él se marchó en la dirección contraria.

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