martes, 26 de julio de 2016

"Más del boomerang que del yoyo
es su cualidad fugaz del retorno
porque nunca até mi dedo a ti."



Solía fantasear con darle la vuelta al reloj y ver cómo los granos minúsculos de arena se escurrían finalmente en el sentido contrario, por un instante. Que entonces todo volvería frente a mis ojos, que pasaría frente a mi como una película que intenté repetir sin exactitud cientos de veces, mientras el resto, el presente, quedaba intacto. Entonces, te volverías a subir a aquel muro, ese simbólico punto de encuentro, como cada domingo a esperarme y nos reiríamos de todo, por estúpido que fuese, creyéndonos gobernantes de nuestro pequeño mundo. Iríamos a nadar luego y observaría como captabas la atención de todos con tu figura torneada y tu seguridad, volviéndome aún más invisible a tu lado. Pero no importaba, al fin y al cabo en eso siempre he resaltado, en esconderme y ver a los demás desde los rincones con sus vidas interesantes y sus dilemas absurdos, en ser quien te alentara en silencio, aquella prenda reconfortante, descosida y manchada, que preferías que nadie se enterara que usabas cada viernes por la noche mientras llorabas a tus causas perdidas. Y a mí me iba bien con eso, no lo niego. Así como escribo mejor de lo que hablo y leo mejor de lo que escribo. Es más fácil vivir así, imparcial, deleitándome con la emoción de otros y plasmándolo todo en letras que nadie lee para que el ruido que hace mi voz no llegase a escucharse. Al menos, eso es lo que era y lo que aspiraba a seguir siendo. Supongo que aquí es donde intento revivir con cada resto de pólvora a aquel viejo campo de batalla para adivinar qué fue lo que sucedió realmente, qué desató la lucha. ¡Inútil esfuerzo! Y es que tantas veces invoco el recuerdo y siempre trae consigo las mismas virutas: puestas de sol, lenguas desconocidas, humo esparciéndose en la madrugada, un beso e inconmensurables formas diferentes de decir adiós y hundirse con la desgracia que trae cada vez consigo. Ya no vale la pena seguir buscando ese punto medio entre el antes y el ahora, el cómo, el por qué. Dan igual todas las preguntas que pueda hacer, el insomnio es cruel y castiga con su silencio. ¿De qué sirven las fantasías del retorno? Supe entonces, tras un momento de lucidez nocturna, que la vida no era un reloj de arena. La vida era la arena, era momentos, y que por mucho que intentáramos sujetarla, tarde o temprano se nos escapa toda entre los dedos.

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