qué opaco
qué desteñido nos han pintado todo, querida
camina derecho
¡sin sacar tanto el pecho!
sonríe
¡no muestres demasiado los dientes!
sé feliz
¡pero no tanto, mira!
que si se arruga tu falda
¡oh, qué miseria!
somos el ejemplo de una sociedad de vidrio,
con semblantes orgullosos
utópicos para los que observan fuera del empañado cristal
Pero, anda, cariño,
¿por qué no les cuentas sobre tu anhelo por el desenfreno, el humo, el neón, la carne, el sudor y las lágrimas?
háblales de tus tormentos
de que al cerrar los ojos
ves lejana,
sientes ajena,
la noción bendita
de vivir arrojando los esquemas por la ventana,
del andar perdido,
inhalando por la boca
con los ojos fuera de órbita
buscando esa idea que en el insomnio se te ha escapado,
colisionando con otros que vagan igual,
hallándonos, reflejándonos
en el mismo espejo sucio
y a la vez, inmaculado
que es el alma,
perteneciéndonos,
siendo fieles a nosotros antes que a los demás
hasta que finalmente
no se hable de vacíos y decadencia
pues ya no haya espacios en blanco que llenar.
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